Probablemente la mayoría de vosotros conocéis a alguna persona que haya padecido o padezca ansiedad o incluso lo habéis experimentado en algún momento de vuestras vidas.
Existen preocupaciones que años atrás no estaban tan acentuadas: angustia por no llegar a final de mes, por perder el trabajo, por sentirse obligado a permanecer en una empresa de la que te no gusta las condiciones o el puesto en sí, finalizar los estudios y afrontarse a la realidad laboral. Conflictos de este tipo que provoca malestar.
El informe de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) señala que entre los años 2000 y 2013 el consumo de antidepresivos (medicamentos destinados también para tratar la ansiedad) se han triplicado.
Antes de desencadenar un cuadro mayor de ansiedad el cuerpo es inteligente y nos manda señales. Empezamos a padecer dolores de cabeza, males de estómago, pérdida del apetito, dificultad para conciliar el sueño, tensión muscular, respiración superficial, aceleración del pulso cardíaco. Cuando estos síntomas empiezan a ser frecuentes y no hay una disfunción física definida nuestra parte emocional está fallando.
La ansiedad es un estado emocional que provoca en el individuo alteraciones en varias vertientes:
Un cierto nivel de ansiedad es beneficioso porque nos ayuda a afrontar las situaciones a las que nos vemos sometidos en nuestro día a día. Pero cuando nos sentimos excesivamente sobrepasados puede desencadenar en una patología. Un trastorno que con un buen trabajo e implicación personal se puede superar.
Ciertos factores propician que un sujeto tenga más predisposición a padecer un problema de este tipo. Algunos de ellos son: la educación recibida, ser muy exigente consigo mismo, ser perfeccionista y vivir los problemas con intensidad. También las mujeres tenemos mayor prevalencia de sufrirla.
Existen preocupaciones que años atrás no estaban tan acentuadas: angustia por no llegar a final de mes, por perder el trabajo, por sentirse obligado a permanecer en una empresa de la que te no gusta las condiciones o el puesto en sí, finalizar los estudios y afrontarse a la realidad laboral. Conflictos de este tipo que provoca malestar.
El informe de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) señala que entre los años 2000 y 2013 el consumo de antidepresivos (medicamentos destinados también para tratar la ansiedad) se han triplicado.
Antes de desencadenar un cuadro mayor de ansiedad el cuerpo es inteligente y nos manda señales. Empezamos a padecer dolores de cabeza, males de estómago, pérdida del apetito, dificultad para conciliar el sueño, tensión muscular, respiración superficial, aceleración del pulso cardíaco. Cuando estos síntomas empiezan a ser frecuentes y no hay una disfunción física definida nuestra parte emocional está fallando.
La ansiedad es un estado emocional que provoca en el individuo alteraciones en varias vertientes:
- Físicas: Palpitaciones, taquicardia, náuseas, opresión en el pecho, sensación de mareo...
- Psíquicas: Preocupación, nerviosismo, intranquilidad, temor a perder el control, dificultad para tomar decisiones...
- Conductuales: Hipervigilancia, rigidez, inquietud, postura cerrada...
- Cognitivos: Pensamientos distorsionados, dificultad para concentrarse, susceptibilidad...
Un cierto nivel de ansiedad es beneficioso porque nos ayuda a afrontar las situaciones a las que nos vemos sometidos en nuestro día a día. Pero cuando nos sentimos excesivamente sobrepasados puede desencadenar en una patología. Un trastorno que con un buen trabajo e implicación personal se puede superar.
Ciertos factores propician que un sujeto tenga más predisposición a padecer un problema de este tipo. Algunos de ellos son: la educación recibida, ser muy exigente consigo mismo, ser perfeccionista y vivir los problemas con intensidad. También las mujeres tenemos mayor prevalencia de sufrirla.