En mi post de hoy me voy a centrar en una de ellas, la teoría de la “Red Administrativa”, conocida también como “Malla de Dirección” y “Rejilla Gerencial o Empresarial”, presentada por Robert Blake y Jane S. Mouton (1964).
Esta teoría tiene en consideración dos dimensiones: Interés por las personas (IR) e Interés por la tarea (IT). Estas se presentan en un sistema de coordenadas donde la X es el Interés por la tarea y la Y el Interés por las personas. Los cinco estilos de Dirección que Blake y Mouton determinan, dependerán de la combinación de ambas variables.
Paternalista: Considera que lo más importante son las personas y tiene poca orientación a resultados. Le preocupa lo que piensan de él. A pesar de que facilita un ambiente laboral cálido, su forma de actuar no contribuye a que sus subordinados tengan iniciativa.
“Dejar hacer”: Este tipo de líder se limita a transmitir órdenes de sus superiores. Es rígido, inmaduro, poco responsable y muestra una actitud de abandono. Provoca en su equipo desconfianza y escasa fidelidad.
Manipulador: Concede la misma importancia a las personas que a la producción, a pesar de que considera que son dos aspectos contradictorios. Persuade y es flexible pero no corre riesgos. Es astuto, hábil y empatiza con los demás. Ejerce una presión moderada.
Participativo: Tiene un alto sentido del trabajo en equipo y lo transmite. Escucha, tiene en cuenta las opiniones de los subordinados y da margen a la creatividad. Se muestra maduro y confiable estableciendo relaciones leales y duraderas con los demás.
Autócrata: Es déspota, inflexible y duro con los demás. Consigue que sus subordinados le teman, no se esfuercen al máximo y se limiten a trabajar correctamente para evitar los conflictos.
En mi opinión, no existe un único estilo de dirección perfecto y absoluto, sino que el tipo de liderazgo más adecuado a seguir lo determinará la situación y el contexto. En algunos momentos será importante mostrarse democrático, pero en otros será más oportuno ser autoritario, por ejemplo.